Es jueves de mañana y está lloviznando. En la curva sobre el monte de espinillos aparecen tres niños montados sobre dos caballos. José (9 años), Isidro (6) y Rocío (4) vienen bastante mojados. Han recorrido 14 kilómetros para llegar a la escuela y el tiempo está inestable desde el día anterior. Hasta ahí, sería una historia que se repite en el medio rural con niños que van a estudiar a caballo. Pero en este caso, se trata del único medio de transporte con el cual pueden llegar a la escuela cuando llueve, desde que colapsó el puente de hormigón que permitía sortear el arroyo.

Cuando llueve con intensidad, la Escuela N° 25 de Costas de Bellaco, ubicada 13 kilómetros al norte de San Javier, queda aislada.

Quizás por tratarse de un lugar alejado y de una escuela con solo 3 alumnos, es que las autoridades no han puesto foco en el problema. Hasta ahora se "emparcha" colocando dos caños y haciendo un camino alternativo de piedra y tosca, que cualquier crecida se lleva. El arrastre de material corre por el arroyo y el lugar queda de nuevo intransitable. El resto del camino hasta el centro escolar también está bastante deteriorado.

Aislados.

El problema no es nuevo, se arrastra desde hace unos años. Hasta ahora no se había advertido porque el puente tenía un tramo por el cual se podía cruzar a pie para llegar a la escuela.

"Ahora se cayó todo y no tienen más remedio que cruzar el arroyito a caballo", explicó a El País Claudia González, la madre de los tres niños.

Cuando empieza a llover fuerte "vengo y los saco antes, porque después la escuela queda aislada. Ni hablar de los días de clase que se pierden por esta situación", dice. "La verdad, es un esfuerzo enorme que se hace y por eso pedimos una solución. No queremos sacarlos de esta escuela".

La soledad.

Tras cruzar el arroyo hay que caminar 15 minutos para llegar al centro escolar ubicado cerca de la estancia "La Soledad". Por el camino transitan caballos y decenas de ovejas antes de llegar a lo alto del campo donde sobresalen el pabellón nacional y un busto de Artigas sobre un pedestal. Detrás de una puerta asoma la maestra Miriam Ochkovsky, que nos invita a tomar parte en el acto por el desembarco de los 33 Orientales. El himno nacional suena desde una computadora en el salón y es coreado por los tres alumnos, la maestra y la madre de los niños. Acto seguido, los tres pequeños realizan una representación del desembarco en La Agraciada. La realidad es muy diferente en el interior profundo y se nota el esfuerzo de la docente en desarrollar la educación de la forma más normal posible.

"El puente que e derrumbó hace 5 años, hasta hace poco nos dejaba una pasada de medio metro que si bien era peligroso, nos permitía acceder los días de lluvia. Ahora está completamente caído” advirtió la maestra. "No nos queda otra que cruzar por el arroyo y cuando llueve no podemos entrar ni salir. Quedamos totalmente aislados. Me he tenido que quedar todo el fin de semana en la escuela", indicó la docente, quien viaja desde la capital departamental y vive de lunes a viernes en el centro escolar, como la mayoría de los maestros rurales.

La inspectora Patricia Barret le confirmó que fue aprobada una partida para contratar una auxiliar que ayudará en la limpieza y la cocina, y acompañará a la maestra para enfrentar estas situaciones.