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21 de June del 2020 a las 12:28 -
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Desafío social y científico.

La basura también es valiosa
Desafío social y científico.

La basura nos va a tapar. Sea por la “capacidad de consumo”, mentada por el exintendente de Montevideo, o simplemente por la reputada desidia del uruguayo (más bien, el montevideano), lo cierto es que la cantidad de basura generada por las actividades humanas sigue siendo un desafío medioambiental.

Pero también podemos taparla nosotros. Así funciona el método “relleno sanitario”: un enorme pozo al que se le vierten toneladas de desechos y se lo sella. ¿Ojos que no ven, medio ambiente que no se resiente? ¿El relleno sanitario es el equivalente a la imagen del avestruz que esconde la cabeza para no ver el problema? No. Ese “pozo” es, en realidad, una posible solución a la gestión de los desechos domésticos que la actividad humana produce, pergeñada por la ingeniería. No se trata de tirar la basura así nomás y echarle tierra encima. Hay todo un diseño industrial y científico para no solo almacenar los desechos, sino también prevenir contaminaciones.

Una instalación así se inauguró hace poco Fray Bentos, en el departamento de Río Negro, por la empresa Teyma. Fuentes de esa empresa dijeron a Revista Domingo que la planta inaugurada en el mes de marzo es capaz de albergar 100.000 toneladas de basura durante una década. Por día, esa instalación tratará 35 toneladas de basura, tanto de la ciudad de Fray Bentos como de otras localidades aledañas.

Ciencia

El ingeniero químico Daniel Ghislieri, consultor del sector privado, aclara —como otras fuentes consultadas para esta nota— que el método tiene sus pros y contras y que siempre hay un impacto en el medioambiente. “¿Qué opciones hay? A la basura se le puede dar este tratamiento o el térmico, o sea incinerarla, como también se hace en muchos lados. En este caso, los residuos se van vertiendo en distintas ‘celdas’. La materia orgánica va quedando aislada, junto a todas las otras porquerías que tiraste y eso se va degradando. Eso genera metano, un gas que puede ser un peligro importante. Porque si el relleno sanitario está hecho más o menos se puede incendiar, puede haber explosiones”.

 

Ghislieri cuenta que hace años que se habla en Uruguay sobre este tema. “Se empezó a pensar en este método antes de 1985. Vinieron al país unos asesores chilenos para la capacitación y cooperación con los técnicos de acá”. Pero los expertos chilenos no sabían que acá llovía más que en su país. Entonces, según cuenta el ingeniero, lo dejaban a cielo abierto, sin sellar. Lo que ocurría, entonces, es que se juntaba mucha agua con la basura y no había degradación.

Pero los métodos y las respuestas a diferentes desafíos fueron mejorando, añade el experto, y actualmente el relleno sanitario tiene una estructura que incluye, además de las celdas que aíslan y contienen los residuos, ductos capaces de captar el biogás generado y conducirlo hasta una planta en la que lo quema. “Eso da la ventaja de controlar la generación de biogás para que no ocurra un accidente. También hay que tener en cuenta que el metano es mucho más contaminante -desde el punto de vista del ‘efecto invernadero’- que el dióxido de carbono. Si se genera metano y no se aprovecha como combustible, es mejor quemarlo”, explica.

Iván López es profesor grado 5 en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. De acuerdo a lo que él explica, este método debe tener en cuenta dos aspectos críticos: el geográfico y el social. “El entorno físico es esencial porque se trata de una obra de gran magnitud a cielo abierto y que va a tener una duración de varios años. Lógicamente, tiene un impacto sobre el medioambiente, como toda obra humana: se generan emisiones líquidas que percolan y van disolviendo la materia. Ese líquido es contaminante y no puede ocurrir que llegue al agua subterránea o de la superficie, que a menudo es lo que pasa en los vertederos comunes, donde solo se tira la basura”, dice el académico y agrega que “llevados en los buenos términos, este método es una buena opción. Cualquier tecnología, esta u otras, genera residuos, que a algún lado tienen que ir a parar. Quizás lo mejor sería poder combinar distintas tecnologías con el fin de minimizar la cantidad de basura que producen las personas”.

El otro aspecto crítico, según López, el social, tiene hasta un término específico porque es algo que se repite en muchos países: “Nimby”, del inglés Not In My Backyard (“No en mi patio trasero”). “Por más que se elija el ‘mejor’ lugar para una instalación así desde el punto de vista ambiental, si quienes viven cerca de ese lugar no lo aceptan, se va a generar un problema y el proyecto va a fracasar. Porque todos quieren tener la basura lejos”. Es fundamental, continúa el catedrático, que haya un diálogo a nivel social entre lo civil y lo institucional para que haya un conocimiento cabal sobre lo que implica una instalación. “Hay que tratar el tema con mucho cuidado, no generar alarma, explicar mucho…”

Ciudadanos

Sin embargo, no solo se trata de contemplar a la ciudadanía. Esta también tiene una responsabilidad. O debería tenerla. Ghislieri aporta el concepto de las tres R: Reducir, Reutilizar, Reciclar. Llegados a este punto, puede que haya un nudo gordiano. Con alguna variación, la cantidad de residuos domésticos de los montevideanos han crecido considerablemente. De acuerdo con mediciones de la IMM, en 2004 la cantidad de toneladas de basura dispuesta en el relleno sanitario departamental era aproximadamente 200. Esa cifra fue creciendo y en 2017 fueron algo más de 800 toneladas, el doble. De “reducir”, en otras palabras, poco y nada. Basta darse una vuelta por algunos barrios, además, para percatarse de que, a menudo, se descartan artículos o embalajes que podrían ser reutilizados o que dificultan (por su tamaño, por ejemplo) la tarea de los recolectores, sean estos municipales o del sector privado.

Otro punto en el cual sigue habiendo un debe: la clasificación de la basura en el hogar mismo. A ritmo cansino y pausado —tal vez acorde a la supuesta idiosincrasia oriental— se ha ido entendiendo la importancia de, por ejemplo, la clasificación de residuos antes de llevarlos al contenedor. Pero aún parece faltar mucho para alcanzar el grado de conciencia que existe en otros países sobre la relevancia de no tirar todos los desechos (plástico, vidrio, papel, restos de comida, químicos) en un mismo tacho de basura.

López dice: “No tengo la cifra exacta en este momento, pero cada vez más generamos más residuos y de distintos tipos en función de cómo va cambiando nuestra sociedad y nuestro estilo de vida. No es lo mismo lo que se acumula acá que en otros países, por ejemplo. En general, a medida que un país se va desarrollando, la incidencia de los embalajes en la basura es mayor. En los países menos desarrollados pesan mucho más los restos de comida en la cantidad total de basura. Pero habitualmente se calcula que se generan entre medio y un kilo por día y habitante de basura domiciliaria”.

No parece, además, que vaya a haber una solución más o menos duradera a este desafío, más allá de las ventajas que pueda tener un relleno sanitario en comparación con otras tecnologías: “Es algo que tiene vida finita. En algún momento, se va a llenar. Entonces, vas a tener que encontrar otro lugar para hacer otro relleno sanitario en donde se pueda depositar más basura. Y luego otro. Las alternativas no son muchas. Si la cantidad de basura sigue creciendo… Hoy vas a comprar cualquier cosa y viene envuelta con tremendo embalaje y empaquetado”, reflexiona Ghislieri.

Los desafíos, entonces, son múltiples: aplicar las mejores tecnologías desde el punto de vista ambiental para la gestión de la basura, contribuir desde el sector privado y empresarial para que no haya tanto embalaje y, también, tomar conciencia como ciudadano de la importancia de clasificar y reducir la cantidad de residuos que se generan en el hogar.

Sin embargo, Ghislieri concluye en un tono un poco más optimista: “Lo primero es clasificar y ordenar bien la basura. De esa manera se podría aprovechar, por ejemplo, en biogás como combustible, y se podrían reciclar materiales como plástico, papel y cartón para volver a utilizarlos. Lo que tiramos tiene un valor y para poder sacar provecho de ese valor, es importante saberlo”.

(*) Publicado por El País.



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