Hoy día por la explosión de las herramientas comunicacionales, se nos hace muy difícil sintonizar realidades con lo virtual. Siempre repetimos esta situación porque preocupa. Nos preocupa por el escamoteo a la verdad y porque el potencial resultado de esto es un escenario imaginario como elemento de fondo de la campaña electoral, contaminante.

En nuestro permanente recorrido y contacto con la gente, esa que procuramos representar más allá de las banderías políticas, siempre nos plantea cuestiones concretas, “de carne y hueso”, para utilizar una metáfora de la sabiduría popular.

Son las preocupaciones cotidianas, que el salario no llega a fin de mes, como suben las cosas, algunas más dura como puede ser la falta de empleo, la burocracia estatal, a la que aún no hemos podido descabezar, un trámite que se encuentra con obstáculos que parecen insalvables, etc. Sin embargo estas vivencias de lo cotidiano contrastan con algunas ideas que fijan los medios de comunicación masivos. Hubo una época terrible de los programas de Tinelli, sus acting, las vulgaridades, el reírse de desgracias ajenas, el mofarse de los demás, eso era moneda corriente. Fue sustituido por algunos programas en donde se discute de política, con guiones y con mucho de actuación, lo peor de todo es que la gente muchas veces cree por los supuestos pergaminos que tienen sus conductores. Estoy hablando de televisión argentina porque en el litoral se la consume mucho. Pero la nuestra también se contamina y hemos pasado de programas polémicos, incisivos que iban al fondo de las cosas, pero que permitían exponer ideas y propósitos desarrollarlas. Había espacio para la reflexión y el intercambio, esos dieron paso a los programas de hoy con tiempos donde vale más frases de 140 caracteres que un análisis profundo que busque una tesis final sobre cuestiones serias. O los de pseudo investigación que se llevan todo puesto.

Es como que lo peor y más nefasto de las redes y su visceral espontaneidad casi siempre fuera de la verdad y de la lógica, hubieran contagiado al resto de los medios de comunicación. Volviendo al principio, el mano a mano con la gente permite salir de los embretes que nos da la comunicación moderna pero el bombardeo es tan grande que siempre algo queda. Son pocos los uruguayos que no perciben y valoran las transformaciones que se han producido. Los propios ciudadanos que quizás nunca voten al Frente Amplio, son conteste en aceptar este mundo nuevo de acceso a bienes de todo tipo, de consumo, culturales, el acceso al mundo, los derechos, que cada vez son más e incluyen más desafíos y más colectivos.

No obstante hay escenarios artificiales que se repiten una y mil veces y algo dejan. Una cuestión muy personal, desde muy joven siempre se nos decía que era muy peligroso andar en la noche en la Ciudad Vieja de Montevideo. Siempre se repetía esto. Sin embargo nunca tuve una experiencia que confirmara esos temores de los mayores. 

Cuando uno mira los informativos centrales de la televisión o los titulares de los diarios, plantean escenarios que no son, al menos en nuestro departamento, el motivo de la conversación del día. Sin embargo algo queda, porque no tenemos grandes dificultades de inseguridad por estos lares, pero la sociedad percibe lo contrario.

Entraremos en un año electoral, y tal como dijo el Presidente Tabaré Vázquez en su rendición cuentas de la semana pasada es necesario discutir, analizar y exigir sobre este mundo imaginario que se nos pretende hacer transitar. Últimamente para salir de algunas controversias que nos parece no conducen a nada, apelamos, en nuestro Departamento, a decirle a la gente, no escuchen todo lo que decimos nosotros de lo que se ha logrado, solamente escuchen esto, vayan y miren lugar por lugar, hagan una retrospección y comparen que había antes y que hay ahora.

Las campañas invisibilizadoras, de descrédito, de difamaciones, que faltan a la verdad, deben ser sepultadas por una gran corriente de voluntad popular que exija códigos éticos a la hora de informar.

También a nosotros quienes hacemos política nos deben marcar a fuego, separando a los que trabajan y están apegados a la verdad de los que mienten y difaman.

-Tany Mendiondo.