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05 de February del 2019 a las 18:00 -
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Desde su ceguera se ingenia para adaptar juegos, hacer robots y vivir como un youtuber.

Un niño de Young que no para de crear
Desde su ceguera se ingenia para adaptar juegos, hacer robots y vivir como un youtuber.

Sus manos ven. Johan Pauluk es ciego, tiene 13 años, asombró a sus profesores por armar pequeños robots y participar en olimpíadas de robótica en 2015. Hoy es youtuber y entusiasma a otros a seguir por el mismo camino.

Hace un par de años, Johan realizó una publicidad para una marca de jabón. Esa empresa pretendía hacer una plataforma audiovisual que integrara videos de Pauluk. Finalmente, terminaron armándole un canal al que sube vídeos con periodicidad. Al principio se los editaban. Luego, su hermano de 15 años se transformó en su principal productor ejecutivo.

El canal posee más de 2.000 seguidores. Allí muestra su vida personal y enseña cómo adapta juegos tradicionales para ciegos. Es que en las jugueterías no hay a la venta productos para que los niños no videntes puedan divertirse. “El problema es que vas a comprar un juego y siempre hay alguna condicionante”, comentó Jenni, su madre.

Lejos de victimizarse, Johan puso manos a la obra. Aprendió a jugar al truco y adaptó cartas para desempeñarse en un clásico de los naipes. 

Su hermano y su primo solían armar con frecuencia el cubo de Rubik. Él no quería quedar afuera. Entonces, compró en una papelería distintos tipos de goma eva de diferentes texturas. Rojo “tipo pasto”, celeste corrugado, amarillo lija, verde “goma eva común” y anaranjado cartón corrugado. Con tijera y silicona fría, la adaptación surte efecto. Ahora, lo usa bastante.

“La idea es que la gente se inspire para que salga adelante. Para que si sos ciego, como yo, no te quedes atrás. Yo adapto los juegos para que la gente pueda incluir a quienes no pueden jugar”, afirmó Johan a El País.

Tras unos meses fuera de línea, está en el proceso de adaptar el dominó, al que también le aplicará texturas, y su video está próximo a ser subido.

Su historia se hizo conocida en 2015 cuando cursaba quinto año en la Escuela Nº 6 de Paysandú. La familia lo envió a esa escuela porque hacían énfasis en niños con discapacidad visual. Ese centro educativo impulsó el proyecto de enseñar robótica a niños no videntes en ese año. 

Un maestro de apoyo del Plan Ceibal fue el encargado de enseñar la tecnología a Johan. Le tradujeron al braille el manual que explica cómo armar hasta ocho robots. A las pocas semanas, el pequeño ya movía las piezas solo. Tuvo una evolución vertiginosa, según contaron sus docentes en una entrevista con El País en ese año.

De hecho, acompañó a su escuela a las Olimpíadas de Robótica y Programación. Sus compañeros se deshicieron en elogios por su capacidad. “Nos va bien porque Johan es el que sabe”, dijo Abril, en ese momento de 11 años. “Es muy bueno”, agregó Valentino.

Tras ingresar en el liceo, su familia decidió que fuera al centro educativo de Young porque los viajes eran más cortos. 

El problema es que el liceo no está tan desarrollado en este rubro. “Hay muy pocos kits, no es como la escuela que podía armar más cosas. Y algunos están incompletos. Siempre quise participar en las competencias pero como en el liceo hay poco nivel y no hay kits como para armar un proyecto grande, hay que ir para Montevideo”, dijo Johan, que anda en bicicleta y patineta desafiando su limitación visual.

En verano, el liceo no presta estos dispositivos, por lo que no puede invertir su tiempo de vacaciones en perfeccionarse con ellos. “No es lo mismo, porque la escuela de Paysandú tenía toda una infraestructura y un profesor dedicado a eso”, agregó su madre.

Con su rebeldía, de no dejarse vencer, intenta desarrollar distintos prototipos. Por ejemplo, hace un año armó un pequeño vehículo robótico “todo terreno” que supera obstáculos y superficies rocosas. Ya ha sabido armar camiones, tractores y molinos de viento. También posee legos chiquitos con los que se la rebusca para armar pequeños robots. 

Johan parece tener claro su futuro. “Siempre me gustó la robótica”, comentó. Y tiene el sueño de llegar a Montevideo para dedicarse de manera profesional a esto.

Cuando tenía tres meses de vida, le diagnosticaron retinoblastoma bilateral, un cáncer infantil que afecta las retinas de los ojos a menores de seis años. Datos del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos muestran una incidencia anual de 10 a 14 casos en niños de 0 a 4 años cada un millón. En una entrevista con El País en 2015, sus padres contaron que al año y medio perdió la vista en uno de sus ojos y, a los cuatro y medio, quedó ciego del otro.

En los últimos meses le realizaron una nueva quimioterapia. “Le habían vuelto las tumoraciones y le sacamos todo. Ahora está sin tratamiento. Gracias a Dios, está perfecto”, comentó. Esta semana vendrá a Montevideo para seguir analizando su evolución.

“Él averigua qué tiene que hacer y lo hace. Tiene un ánimo muy bueno. Lo ves y no parece que haya tenido quimioterapia”, concluyó la madre.

Los efectos negativos de la luz artificial.

Después de seis años, a Johan le volvieron las tumoraciones. Eso lo llevó a realizarse intervenciones quirúrgicas. Las operaciones que le hicieron en sus ojos obligaron a su familia a conseguir prótesis. En un principio pensaron que debían viajar a Colombia o México para colocarlas y contactaron con un médico uruguayo que podía hacer esta intervención. 

Cada una de las prótesis vale 4.000 dólares . “A nosotros no nos salió eso porque tuvimos muchas donaciones”, comentó Jenni, su madre. Hasta la Fundación Pérez Scremini aportó. Ella vendió ravioles, budines y pizzas de todo tipo para llegar a financiarlas y sumando, lo logró. La gente colaboró tanto que Jenni se vio desbordada de pedidos y tuvo que decir que ya no aceptaba más. Al final, el objetivo se cumplió. “Él ya tiene las prótesis y se las puso con un pegamento especial para piel. Como tiene que hacerse resonancias no puede tener ningún implemento metálico dentro”, indicó.

Enseñan robótica en contextos vulnerables.

Un grupo de estudiantes de Formación Profesional Básica y Bachillerato Tecnológico de la Universidad del Trabajo (UTU) enseñan Informática y comparten sus conocimientos sobre robótica, programación y reparación de PC con niños y jóvenes que pertenecen a familias de contextos sociales vulnerables, informó la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) en un comunicado de prensa.

Este es el segundo año consecutivo en que se aplica la iniciativa cuyo objetivo es promover la alfabetización digital y dar a conocer las propuestas educativas de la UTU.

Los niños y adolescentes beneficiados, que tienen entre 9 y18 años, aprenden de la mano de estudiantes de la UTU que recorren barrios de zonas de “contexto complejo” y brindan tres clases semanales de tres horas cada una.

Según ANEP, este programa, llamado Tecno Verano, ayuda a esta población que tiene escasas posibilidades de vacacionar, por lo que la participación en esta instancia “se transforma en una experiencia de pasatiempo con acento didáctico”.

La idea nació en 2017. Camila, una estudiante de informática que participa en el proyecto dijo que emergió de manera espontánea. “En ese momento se planteó la idea, junto con Uniendo Barrios, de hacer algo distinto para ayudar a la comunidad y a chicos que no pueden vacacionar”.

Ha tenido tanta reperucusión que otros jóvenes se han animado a enseñarlo en otros sitios. “Este año somos dos grupos, por lo cual podemos concurrir a más lugares”, agregó.

Los estudiantes, que traen consigo los materiales informáticos y los robots, obtenidos merced al apoyo de la ANEP, el Inefop y Antel, coordinan sus actividades con los referentes barriales, indicaron sus participantes. 



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